En esta entrada comentare algunos aspectos más relevantes de la
película Sicko. Para ello tendremos que utilizar 8 artículos, en los que
veremos cómo es realmente el sistema sanitario liberal y el de los otros países
como Reino Unido y España.
Para empezar, es importante saber cómo bien dice el artículo de
Freire que, la salud es un bien esencial para la vida, el bienestar, y la
economía. También afirma que los países europeos cuentan con sistemas de
protección social que dan cobertura a toda la población, sin excepción alguna.
Además, la financiación pública por impuestos va unida a la cobertura universal
y es igual para toda la población (1). Es decir, que nuestro sistema sanitario
ofrece una cobertura universal y se paga a través de impuestos que todos
pagamos por igual, o sea, que para nada es “gratis” como se muestra en la
película. Sí que es verdad que alguien podría pensar, ¿Por qué tengo que pagar
con mis impuestos la sanidad de otra persona?, por ello existen en nuestro país
seguros privados que se pueden contratar y que evidentemente tienen muchos más
recursos que los que ofrece la sanidad pública, pero en mi opinión la finalidad
de ambos es la misma, buscar el bienestar de la población.
Un aspecto llamativo del sistema sanitario de EEUU es que ha
llevado a la bancarrota las familias estadounidenses, precisamente por la
imposibilidad de pagar las facturas médicas y las pólizas del aseguramiento
privado. Por otra parte, la financiación de la asistencia sanitaria a cargo de
las empresas (donde las pólizas de aseguramiento privado las pagan los empresarios
y trabajadores) significa un coste adicional que les pone en situación de
desventaja competitiva frente a empresas extranjeras que no tienen tales
costes. Esta situación favorece también la internacionalización de la
producción en tales empresas como manera de ahorro de tales costes. La
financiación basada en el aseguramiento privado es la causa de que el sistema
sanitario además de ser enormemente costoso sea ineficiente, poco equitativo y
muy impopular (2). Lo que aquí cabe destacar, en relación con el documental, es
el miedo que tienen los estadounidenses a ser despedidos, puesto que si
trabajan tienen cobertura sanitaria y por el contrario la perderían y encima se
quedan sin ningún tipo de ingreso para poder costearse un nuevo aseguramiento
privado, por lo que se sienten impotentes por no poder hacer nada y encima
están totalmente desamparados.
El sistema de salud de una nación puede ser de la mejor calidad y
eficiencia económica, pero si a las personas que necesitan sus servicios
se les priva de los mismos o se les desalienta a utilizarlos, entonces ese
sistema no está respetando los derechos fundamentales de la población.
Aunque EEUU no tiene un sistema nacional de seguro de salud para
beneficio de la población en general, sí dispone de un programa de seguro de
salud global para las personas de la tercera edad, llamado Medicare. Todas
las personas tienen derecho a acogerse a Medicare al cumplir
65 años, siempre que ellas o su cónyuge tengan 10 años o más de cotización
al sistema de seguro social. En la última década Medicare ha
agregado cobertura de una gama modesta de servicios preventivos. Casi las
tres cuartas partes del total de personas de la tercera edad obtienen un seguro
privado suplementario (Medi-gap) para reducir los costos que no cubre Medicare. Para
pagar los deducibles y copagos de Medicare, las personas con
escasos recursos también pueden acceder a un programa de beneficencia en cada
estado (Medicaid) (4). En definitiva, que para poder disfrutar del
servicio Medicare debes de cumplir 65 años y haber cotizado al menos 10 años,
pero la parte negativa es que este programa no lo cubre todo, por lo que muchos
usuarios contratan un seguro complementario que abarque la cobertura faltante.
Algo bueno que tiene esto, es que hay una ayuda económica para personas que no
se puedan pagar ese seguro complementario.
EEUU tiene algunos centros sanitarios de gran excelencia. Y, sin
embargo, la financiación y organización del sistema sanitario es una de las
peores hoy existentes. Es un sistema de financiación predominantemente privado,
gestionado por las compañías de seguros. Por ejemplo; el 20% del gasto
sanitario consiste en el pago directo del paciente al médico o al hospital, uno
de los más altos del mundo. Además, para las personas con enfermedades crónicas
que no trabajan o no tienen cobertura, es dificilísimo conseguir
aseguramiento (5). Respecto al documental, es cierto la dificultad
existente, en EEUU, para contratar un seguro privado, puesto que realmente son
las compañías las que eligen a quien quieren cubrir(son muy selectivos al
respecto) y las condiciones del aseguramiento.
Los análisis coste-efectividad y las evaluaciones económicas de
tecnologías sanitarias son herramientas fundamentales en el establecimiento de
prioridades, cuando se utiliza el criterio de eficiencia. Sin embargo, en
España esos estudios son escasos y sus resultados tienen un impacto muy
limitado en la toma de decisiones sobre asignación de recursos sanitarios. A
menudo se considera que una tecnología sanitaria es más eficiente que otra
exclusivamente cuando ahorra dinero, es decir, cuando a igualdad de beneficios
su coste es menor, olvidando que una intervención también será eficiente si el
beneficio extra que produce compensa su coste adicional. En España, no existe
un criterio similar que permita decidir sobre la aceptabilidad o no de una
tecnología sanitaria en función de su coste-efectividad. Aunque el número de
evaluaciones económicas de tecnologías sanitarias realizadas en España está
aumentando, aún son escasas las publicaciones en las que los autores discuten
si su coste sería aceptable socialmente (6).
A pesar de que EEUU es la nación del mundo que más tanto por
ciento destina del PIB a sanidad, el porcentaje de personas sin seguro médico
ha aumentado en los últimos cinco años. Cabe destacar también que la atención
varía notablemente entre estados y entre hospitales y no se controlan
adecuadamente patologías crónicas como la diabetes o la hipertensión. Se estima
que si la sanidad norteamericana funcionara según parámetros de calidad
aceptables, se salvarían 150.000 vidas y se ahorrarían 100.000 millones de
dólares cada año. Por si fuera poco, las últimas encuestas indican que el 40%
de los estadounidenses asegura haber recibido una atención ineficiente,
descoordinada o insegura. Ante estos datos, muchos se plantean si es necesario
realizar cambios en el sistema establecido y si estos cambios deberían ir hacia
los modelos europeos de cobertura universal. Quizás el intento de reforma del
sistema más audaz, que aunque no se llevó a cabo sí hizo mella en la opinión
pública, fue la llamada Ley de Seguridad Sanitaria (Health Security Act)
propuesta durante el mandato del presidente Clinton en 1993. Afirmaciones como
que el costo del cuidado de la salud estaba devastando familias y amenazaba con
llevar a la bancarrota a las empresas eran algunas de las justificaciones que
esgrimía el ex presidente que en su momento calificó el sistema vigente como
“el más caro, el más derrochador, el más burocrático y el más ineficaz del
mundo”. No obstante, la encargada de sentar las bases en las que se fundamentaba
esta propuesta fue Hillary Clinton (3). Es una realidad que EEUU invierte mucho
dinero en sanidad, de ahí a que tengan los últimos avances tecnológicos, cosa
que en España no se hace (se invierte muy poco). Pero ni tanto el exceso como
el defecto de gasto es bueno para un sistema sanitario.
En España, la crisis económica no puede ocultar la necesidad de
transformación del Sistema Nacional de Salud. Desde hace años son bien
conocidas las dificultades financieras del sistema sanitario, cuyo gasto crece
a un ritmo superior que la economía. El desarrollo y la difusión de las nuevas
tecnologías y la mayor utilización de los servicios de salud, junto con el
gasto farmacéutico, la inflación de los precios y la poca eficiencia del
sistema, explican el nuevo contexto. Los retos que afronta el sistema de salud
no son nuevos: abordar la deuda, mejorar la financiación, revisar el catálogo
de prestaciones, transformar el gobierno del sistema y dotar a las
instituciones de una real autonomía de gestión. La gravedad de la situación
económica puede ser una oportunidad para efectuar los cambios largamente
esperados (7). En resumen, actualmente la sanidad española no está pasando por
su mejor momento ya que existen dificultades financieras desde hace años y la
consolidación de sistemas de salud de cobertura universal en los países
europeos más avanzados ha contribuido, durante los últimos 50 años, a una
permanente mejora de los indicadores de salud, pero también a un aumento
continuado del gasto sanitario, superior al crecimiento económico.
Entre las opciones posibles para mejorar el balance entre
ingresos y gastos en el sector sanitario español, los sucesivos gobiernos han
optado por aplicar recortes en los salarios de los trabajadores y
profesionales, en los precios de los medicamentos y de alguna cosa más, y por
trasladar parte de estos precios a los usuarios. El por qué no es difícil de
entender. Los recortes son relativamente fáciles de implantar. Y a los
ministros y consejeros de Hacienda que les parecen ahorros claros. Euros
contantes y sonantes. Pero los recortes, pese a ofrecer cierto alivio inmediato
a las haciendas públicas, son una pobre solución a medio largo plazo. No actúan
sobre los factores subyacentes en el crecimiento del gasto (8). El problema
principal que veo en el tema de recortes por parte del gobierno es que, tanto
ministros como consejeros, no saben nada del sistema sanitario, únicamente el
gasto que genera.
Con este análisis he podido comprobar que ni el sistema
sanitario de EEUU es tan malo, ni el de Reino Unido, España y similares es tan
bueno como presenta Moore en el documental.
(1) Freire, José Manuel. El Sistema Nacional de Salud español en
perspectiva comparada europea: diferencias, similitudes, retos y
opciones. Claridad. 2006;7: 31-45.
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